“¿Estudiar online? ¿Estamos locos? ¡Es el colmo de la falta de concentración! Lo que me faltaba, si ya me cuesta concentrarme en una clase con la presión del profesor, imagínate en la comodidad de mi casa” es justo lo que hubiera dicho si me hubieran propuesto estudiar algo a través del ordenador hace unos años. Por eso se me hace tan raro el título de este artículo (bueno, y todo lo que engloba, claro). Sin embargo, cuando una supera algo que prejuzgó hace tiempo, es importante proclamarlo a los cuatro vientos para inspirar a aquellas almas escépticas que, como yo, no confían en estos métodos.
Antes de empezar, solo puedo decir, que estudiar música online es toda una experiencia. Porque fíjate, quizá estudiar un grado de literatura inglesa sea otro cantar y me deje plenamente distraída en la comodidad de mi habitación, pero la música fue toda una experiencia.
¿Te quedas a descubrir que me pasó? ¡Seguro que lo encuentras entretenido e inspirador!
Los motivos que me inspiraron a aprender música, y por qué tuvo que ser de lejos.
Siempre me ha fascinado la música. Desde pequeña, el sonido del piano me atrapaba de una manera que no lograba explicar. Era como si cada tecla pudiera contar una historia, expresar algo que las palabras no podían. Pero, como muchas veces pasa, ese deseo quedó guardado en un rincón, relegado a un “algún día” que parecía nunca llegar.
La vida se llenó de obligaciones, trabajo, responsabilidades… y cuando miraba las opciones para aprender, veía que las clases presenciales exigían un compromiso de tiempo y desplazamientos que, sinceramente, no podía asumir. Mi agenda estaba llena, y la idea de tener que encajar horarios rígidos me generaba más ansiedad más que ilusión.
Sin embargo, algo me hizo cambiar de opinión: recordar que uno de mis amigos había pasado por una situación parecida. Él también se propuso aprender piano, pero le pasaba como a mí: sus horarios de trabajo y de conciliación con su familia eran inviables para las clases presenciales, de modo que decidió probar las clases online ¡Y los resultados nos sorprendieron a todos! De alguna forma u otra, me tomé su éxito como una inspiración, como ese empujón que necesitaba para intentar darle una oportunidad a las clases para aprender música online.
De modo que, me dije a mí misma “Si él ha podido, ¿Por qué yo no podría?” y me lancé. Dejé atrás mis prejuicios, y sobre todo, le pedí consejo.
El testimonio de un ser querido, lo que más me ayudó.
“Cuando empecé en esto, lo primero que hice fue comentarle a mi profesora, Kristina Kryzanovskaya lo escéptico que me sentía, y fue lo mejor que pude hacer” fue lo primero que me dijo mi mejor amigo, antes de entrar en detalles sobre cómo le fueron sus clases online.
Resulta que, cuando te sinceras y le comentas a tu profesor de pantalla que no estás cómodo con hacerlo de esa forma, tu profesor se centra aun más en ti y en tu comodidad. Es como si tuviera que demostrarte que estás equivocado, y que esa forma de aprender es tan válida, o incluso más, que las demás. De hecho, le ocurrió estando en la pandemia, en esa época de incertidumbre que no pensábamos que podía inspirar a nadie: pero lo hizo.
Lo que más me llamó la atención fue que no era solo que aprendiera a tocar, sino que realmente disfrutaba el proceso, encontraba motivación y se sentía acompañado pese a la distancia. Él solía compartir conmigo sus pequeñas victorias, desde dominar una escala hasta interpretar una canción que le gustaba, así que, sin duda, fue un gran medio de inspiración para ayudarme a tomar la decisión que tomé.
Buscando la forma adecuada de empezar.
Como ya imagináis, no me lancé a la primera.
Estaba inspirada, pero como le pasa a mucha gente como yo, tenía mil dudas sobre la efectividad de estudiar música online (sobre todo cuando se trata de un instrumento que implica técnica, expresión corporal y sensibilidad). Además, me preocupaba la falta de contacto físico con el profesor y cómo eso afectaría a mi aprendizaje.
Así que me puse a buscar opciones, a leer experiencias y a valorar qué me ofrecía cada programa o profesora. Lo que quería era algo flexible, que respetara mi ritmo, y que no me hiciera sentir perdida entre vídeos grabados o clases multitudinarias.
Por eso, después de mucho mirar, me decanté por unas clases que prometían un seguimiento personalizado y un acompañamiento constante, sin estar atada a horarios fijos ni desplazamientos. No conocía personalmente al profesor, pero la estructura y la metodología me convencieron lo suficiente para probar.
Por fin estaba intentándolo.
Mis primeras semanas fueron un choque con la realidad. Aprender piano no es nada sencillo, y hacerlo desde casa añade capas de dificultad que no había previsto.
Al principio, me costaba encontrar el momento ideal para practicar. En casa hay distracciones, el móvil, las tareas pendientes… y sin alguien presente para recordarme o empujarme, la disciplina era fundamental. Hubo días en los que pospuse la práctica hasta el punto de sentir culpa o frustración.
Además, en las primeras clases me di cuenta de que ciertos detalles técnicos eran difíciles de captar solo a través de la pantalla. La postura, la posición de los dedos, el ritmo… a veces no estaba segura si lo hacía bien.
Aun así, el profesor me enviaba correcciones personalizadas, vídeos y ejercicios para practicar, lo que ayudaba a pulir esos aspectos poco a poco. La sensación de poder repasar las explicaciones cuantas veces quisiera era algo que nunca había experimentado en clases presenciales y, en cierto modo, compensaba la distancia.
Si tengo que destacar algo, uno de los mayores aprendizajes que me dejó esta experiencia fue la necesidad de convertirme en mi propia guía y motivadora. Sin la presión directa del profesor al lado, la responsabilidad recaía más que nunca en mí. Descubrí que el secreto para hacerlo bien se basaba en organizar mi tiempo, marcar objetivos pequeños y realistas, y celebrar cada logro ¡Por pequeño que fuera! Por ejemplo, cuando logré tocar una pieza sencilla sin errores, era un triunfo enorme que me daba ganas de seguir adelante.
Ventajas que no esperaba y que destaco para ti, lector escéptico.
Sé que probablemente este artículo te haya llamado la atención porque te pasaba como a mí, así que he preparado una lista de ventajas que te sorprenderán:
- Flexibilidad real para tu vida.
No hay nada como poder organizar tus prácticas según tus momentos de energía y disponibilidad. Cuando tienes mil cosas encima, que puedas tocar un rato por la mañana, otro por la tarde o incluso a última hora, hace que el aprendizaje se adapte a ti y no al revés.
2. Aprender a tu ritmo, sin presiones.
En las clases presenciales, a veces sientes que tienes que seguir el ritmo del grupo o el del profesor, aunque no estés listo. En el formato online, puedes repetir ejercicios, pausar explicaciones y avanzar cuando realmente te sientes preparado, lo que reduce la ansiedad y mejora la comprensión.
3. Mayor autoconciencia y responsabilidad.
Aunque suene raro, al no tener a alguien al lado todo el rato, aprendes a escucharte más, a detectar tus propios errores y a corregirte. Eso te hace más consciente y comprometido con tu progreso.
4. Acceso a recursos variados y personalizados.
¡El aprendizaje no se limita a las clases en directo! Muchas plataformas y profesores ofrecen vídeos, partituras digitales, ejercicios interactivos y correcciones en vídeo que puedes repasar cuando quieras.
5. Menos estrés y más comodidad.
Estar en casa, en tu espacio, con tu ritmo, hace que las clases sean menos estresantes. No tienes que lidiar con desplazamientos, ni esperar en la sala, ni adaptarte a un entorno desconocido; esto te ayuda a relajarte y a conectar mejor con la música.
6. Motivación constante a través del contacto digital.
Aunque no sea presencial, la comunicación constante mediante mensajes, correcciones y sesiones online crea un vínculo real con el profesor. Esa cercanía virtual es suficiente para sentirte acompañado y apoyado en todo momento.
7. Posibilidad de adaptar el aprendizaje a tus necesidades.
Si tienes alguna dificultad física, una lesión o simplemente prefieres un método concreto, las clases online suelen ser más flexibles para adaptarse a ti, con ejercicios específicos y ritmos personalizados.
¿Para quién funciona realmente este método?
Tras esta experiencia, creo que el piano online no es para todos, pero sí para quienes tienen ganas de aprender, una disciplina mínima y necesitan flexibilidad por sus circunstancias personales.
Es especialmente recomendable para personas con agendas apretadas, que no pueden desplazarse, que buscan un aprendizaje adaptado a su ritmo, o que prefieren evitar la presión de clases presenciales.
Sin embargo, quienes necesitan un contacto más directo y supervisión constante pueden encontrar dificultades.
¡Todo depende de la motivación y de cómo se organice cada uno!
Mi conclusión para ti.
Mirando atrás, estudiar piano online fue para mí un viaje inesperado, lleno de problemas y descubrimientos, pero puedo confirmar que por fin pude reconciliar mi pasión con mi vida diaria, sin sentir que uno sacrificaba al otro.
¿Sinceramente? Si alguien me preguntara hoy, le diría que no tenga miedo de probar métodos diferentes. Que la tecnología puede ser un gran aliado para hacer realidad sueños aplazados.
Y sobre todo, que no importa dónde o cómo aprendas, sino el deseo y la constancia que pongas en ello.